El acoso escolar es una especie de tortura, metódica y
sistemática, en la que el agresor sume a la víctima, a menudo con el silencio,
la indiferencia o la complicidad de otros compañeros.
El acoso escolar (también conocido como hostigamiento
escolar, matonaje escolar, matoneo escolar, maltrato escolar o en inglés
bullying) es cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido
entre escolares de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado tanto en
el aula, como a través de las redes sociales, con el nombre específico de
ciberacoso.1 Estadísticamente, el tipo de violencia dominante es el emocional y
se da mayoritariamente en el aula y patio de los centros escolares. Los
protagonistas de los casos de acoso escolar suelen ser niños y niñas en proceso
de entrada en la adolescencia, siendo ligeramente mayor el porcentaje de niñas
en el perfil de víctimas.
El acoso escolar es una forma característica y extrema de
violencia escolar.
Este tipo de violencia escolar se caracteriza, por tanto,
por una reiteración encaminada a conseguir la intimidación de la víctima,
implicando un abuso de poder en tanto que es ejercida por un agresor más fuerte
(ya sea esta fortaleza real o percibida subjetivamente) que aquella.
El sujeto
maltratado queda, así, expuesto física y emocionalmente ante el sujeto
maltratador, generándose como consecuencia una serie de secuelas psicológicas
(aunque estas no formen parte del diagnóstico); es común que el acosado viva
aterrorizado con la idea de asistir a la escuela y que se muestre muy nervioso,
triste y solitario en su vida cotidiana. En algunos casos, la dureza de la
situación puede acarrear pensamientos sobre el suicidio e incluso su
materialización, consecuencias propias del hostigamiento hacia las personas sin
límite de edad.
Suelen ser más propensos al acoso escolar aquellos niños que
poseen diversidad funcional, entre las cuales se pueden contar el síndrome de
Down, el autismo, síndrome de Asperger, etc.
A pesar de los esfuerzos por darle visibilidad al acoso
escolar, la mayoría de los casos de bullying aun pasan inadvertidos. Según una
encuesta realizada por el Observatorio de la Convivencia Escolar de la UCA, 1
de cada 4 alumnos entre 10 y 18 años manifestó tenerle miedo a alguno de sus
compañeros.
Frente a la violencia indirecta, el 46% dice sufrirla “a
veces” y el 11%, “mucho”. En las edades más tempranas interviene más la
agresión física directa y verbal, mientras que en el secundario se transforma
en indirecto -murmuraciones, amenazas, robos- y lo social -rechazo y
aislamiento-, algo muy preocupante, ya que la aceptación en el grupo es
crucial. El 32% dice sufrir a veces agresiones físicas y el 62%, agresiones
verbales. Aunque también hacen autocrítica: el 62% confió haber maltratado a
sus compañeros a veces y el 6% continuamente.
Uno de los principales desafíos para los docentes y padres
es distinguir este problema, definirlo y poder entender sus implicancias. Otros
datos aportados por el Observatorio Argentino de Convivencia Escolar revelan
que los maestros y padres son los últimos en enterarse del problema. Ante
reiterados hechos de violencia, el 57% de los niños se calla y, del resto, el
70% se lo comunica a sus amigos, después a los padres y finalmente, al docente.
Esto hace que se incremente su invisibilidad, sea tan difícil de prevenir y
mucho más complejo delinear estrategias para tratarlo.
¿Qué es el bullying?
Es una forma grave y específica de violencia escolar, un
maltrato normalmente intencionado y perjudicial de un estudiante hacia otro
compañero, generalmente más débil, al que convierte en su víctima habitual.
Suele ser persistente y reiterado, puede durar semanas, meses e incluso años.
La mayoría de los agresores actúan movidos por un abuso de poder y un deseo de
intimidar y dominar. No es un conflicto normal entre pares, sino que se trata
de un problema sobre el que todos los adultos debemos involucrarnos y detener
con urgencia.
Si bien hay determinados rasgos que nos hacen pensar que un
chico tiene más posibilidades de verse involucrado en una situación de
bullying, como hostigado o como hostigador, todos los que participan en alguna medida
están siendo afectados.
“Creemos firmemente que el bullying se aprende y, por lo
tanto, también puede desaprenderse. No se trata de etiquetar ni humillar a los
estudiantes que acosan, sino de ayudarlos a abandonar esa manera de
comportarse”, explica la licenciada Candelaria Irazusta, psicóloga del
Departamento Infantojuvenil de INECO. “Para esto, es necesario que los adultos
responsables (padres y docentes) asuman que el problema existe, que es más
frecuente de lo que parece, que tengan conciencia de su importancia y de las consecuencias graves que puede tener
y, especialmente que ellos deben intervenir lo más pronto posible porque las
situaciones de malestar crónico si no se detienen, crecen”, enfatiza la especialista.
¿Cómo darte cuenta si tu hijo sufre bullying?
* Señales de alerta en la escuela y en las tareas escolares
- Cambio repentino en la asistencia a clase o en el
rendimiento académico.
- Éxito académico, parece el niño mimado o la niña mimada
del profesor o de la profesora.
- Le cuesta concentrarse en clase, se distrae con facilidad.
- Se va tarde al recreo y regresa pronto al aula.
- Tiene algún tipo de dificultad en el aprendizaje.
- Falta de interés en las actividades o en actos de la
escuela.
- Deja de asistir a actividades de la escuela que le
gustaban.
* Señales de alerta en cuanto a lo social
- Solitario, retraído, aislado.
- Escasas o nulas habilidades sociales/ interpersonales.
- No tiene amigos ni amigas o tiene menos que otros
estudiantes; poco popular, suelen elegirlo último o última para formar grupos o
equipos.
- No tiene sentido del humor o tiene un humor inapropiado.
- Otros estudiantes suelen burlarse o reírse de él o de
ella, le toman el pelo, lo menosprecian y/o insultan. No sabe hacerse valer.
- Otros estudiantes lo molestan, y le dan patadas o golpes a
menudo. No sabe defenderse.
- Utiliza un lenguaje corporal característico: hombros
encorvados, cabeza gacha, no mira a las otras personas a los ojos, los rehúye.
- Tiene una diferencia ostensible que lo aparta de sus
compañeros o compañeras.
- Prefiere la compañía de los adultos en los tiempos libres.
- Toma el pelo, molesta o irrita a otros, los provoca y no
sabe cuándo parar.
- Empezó de pronto a acosar a otros estudiantes.
* Señales de alerta en lo físico
- Frecuentemente enfermo.
- Se queja frecuentemente de dolores de cabeza, de panza,
etc.
- Arañazos, moretones, ropa u objetos personales rotos o
dañados sin una explicación obvia.
- Repentino tartamudeo.
- Tiene una diferencia de carácter físico que lo aparta de
sus iguales: lleva anteojos, tiene sobrepeso o pesa menos de lo que debería, es
más alto o más bajo que sus compañeros, habla raro o tiene un aspecto raro.
- Cambió su pauta de comidas, pérdida repentina de apetito.
- Torpe, descoordinado, le va mal en los deportes.
* Señales de alerta en lo emocional, conductual
- Cambio repentino de humor o de comportamiento.
- Pasivo, huraño, callado, tímido, retraído, irritable.
- Baja o nula autoestima y confianza en sí mismo.
- En exceso sensible, cauto, apegado.
- Nervioso, ansioso, preocupado, temeroso, inseguro.
- Llora con facilidad, y a menudo, se angustia, sufre
cambios de humor extremos.
- Irritable, problemático, agresivo, irascible, se revela
contra otros (pero siempre pierde).
- Se culpa de los problemas/ dificultades.
- Excesivamente preocupado por su seguridad personal; dedica
mucho tiempo y esfuerzos a pensar/ preocuparse por ir y volver a salvo del
comedor escolar, del baño, del recreo, evita siempre ciertos lugares de la
escuela.
- Menciona la posibilidad de salir corriendo.
- Menciona la posibilidad de suicidio.
¿Cómo ayudar a los niños frente a una posible situación de
acoso escolar?
La licenciada Andrea Baldantoni, especialista en niños,
adolescentes y familias de Hémera, Centro de estudios del estrés y la ansiedad,
da las siguientes pautas:
* Alrededor de los 9 ó 10 años, la conexión con el grupo de
pares es fundamental, el aislamiento es una de las situaciones sociales más
dolorosas para los chicos y puede estar acompañada de situaciones de maltrato
de los pares. A través del deporte o un hobby se puede ayudar a los chicos a
conectarse con sus pares y reducir el aislamiento. Este tipo de actividades
ofrece a los chicos, la chance de encontrar refugio y una posible plataforma
para la consolidación de la autoestima y la confianza personal.
* Enseñar a los niños a calmarse y controlar el llanto a
través de ejercicios de respiración. Esto les permite tener más dominio sobre
sus conductas y no quedar tan a la merced del acosador.
* Respirar y no tomárselo tan seriamente. Que los chicos
puedan ver que “ese chico es malo con todos, no es solo contigo”.
* Descatastrofizar: catastrofizar lleva al pánico.
* Escuchar. Cuando los chicos escuchan de un adulto que el
bullying está mal, eso ya ayuda a la autoestima y la confianza en si mismos.
* Educar las emociones. Ayudar a que los chicos puedan
nombrar y registrar la gama de emociones.
* No usar frases como “no le hagas caso”, “aguántatela”.
Esto cierra los canales de comunicación. Utilizá esta oportunidad para sostener
conversaciones abiertas en donde puedas enterarte lo que esta ocurriendo en el
colegio y así poder armar un plan de acción.
* Enseñar al niño a hacerle frente a la intimidación sin
exponerse a ser maltratado ni derrotado en una pelea. Practicar en casa para
que el niño aprenda a ignorar al acosador y/o crear estrategias enérgicas para
saber que hacer frente a la situación de acoso (por ejemplo decir “¡NO!”).
Ayudar al niño a identificar maestros y amigos que pudieran ayudarlo en caso de
ser víctima de maltrato.
* Establecer límites en relación a la tecnología: los chicos
necesitan la mirada a largo plazo de un adulto acerca de las consecuencias que
sus acciones pueden tener. “¿Qué pasa si un futuro empleador ve tu Facebook?”
* En las pantallas y en los videojuegos no aparecen las
consecuencias inmediatas por agresiones o crueldades, no surge la capacidad de
reparar el daño causado. La sobreexposición a las pantallas genera menos
empatía. Los padres deben colaborar a construir esta habilidad emocional básica
para los vínculos sanos y responsables.
PREVENCIÓN
Se estima que la intervención simultánea sobre factores
individuales, familiares y socioculturales, es la única vía posible de
prevención del acoso escolar. La prevención se puede realizar en distintos
niveles.
Una prevención primaria sería responsabilidad de los padres
(apuesta por una educación democrática y no autoritaria), de la sociedad en
conjunto y de los medios de comunicación (en forma de autorregulación respecto
de determinados contenidos).
Una prevención secundaria sería las medidas concretas sobre
la población de riesgo, esto es, los adolescentes (fundamentalmente, promover
un cambio de mentalidad respecto a la necesidad de denuncia de los casos de
acoso escolar aunque no sean víctimas de ellos), y sobre la población
directamente vinculada a esta, el profesorado (en forma de formación en
habilidades adecuadas para la prevención y resolución de conflictos escolares).
Por último, una prevención terciaria serían las medidas de
ayuda a los protagonistas de los casos de acoso escolar.
La ayuda se puede agrupar en información para padres,
profesores y alumnos.